domingo, 25 de enero de 2009

Otro domingo en las trincheras*



"Guardar el lado negativo de las cosas en el horno y hacer helados de lados positivos"
"Refrescar nuestra memoria con recuerdos a punto de ser olvidados"
"Llamar por teléfono a una persona que siempre estamos por llamar"
"Escuchar el silencio hasta volverse invisible"
"Dibujar el mundo en una servilleta de papel"
"Querer ser un pez, para llenar de burbujas su (tu) pecera"
"Buscar recetas de cocina que lleven miel y limón"
(...)
"Escribirse una carta a uno mismo como si fuera para uno mismo"
"Cerrar los ojos, ojear los cierros, hojear los rojos, rojar los cerros, rozar el sol..."
"Mordisquear una manzana, un durazno, o un pelón. O mordisquear algo mejor"
"Decir muchas veces la misma palabra hasta que pierda el sentido, o hasta olvidarnos de lo que estamos haciendo"
"Hacer e cuenta que se está distraído y suavemente salir de la casa, caminar y ver hasta donde se llega"
"Confesarnos la verdad, o la mentira"
"Escribir un libro...o una frase...o una palabra"
*Aclaración: los domingos pueden volverse aún más terribles , si la tarde está nublada y se cae en la cuenta de que el autor(a) de las palabras está, irremediablemente lejos.

domingo, 18 de enero de 2009

Cosas de chicos I



La tierra es al Sol como un grano de arena a ésta naranja. Claro, con la cáscara. Sin la cáscara más que al Sol, la naranja se parece a la tierra sin la capa de ozono. Alguien sabe lo que es la capa de ozono? Levante la mano a quien le gusta comer naranjas. El que me diga qué es la capa de ozono le regalo ésta.

Al final, hubo naranjas para todos, los gurises salieron contentos de su penúltimo día de clases y pateando balasto se fueron todos al lado del río a desobedecer un poco a sus padres antes de la merienda y del rezongo; ambos tan puntuales.
Entre sapitos y rayuelas, Manuela tiró el primer ensayo filosófico de la tarde. Si te comes una semilla de naranja te convertís en árbol; No boba, cómo te vas a convertir en árbol; En serio; ¿A ver?; Bueno. Se manducó la semilla. Los gurises la rodearon mientras ella la masticaba. Puso cara fea, las semillas tienen como un gusto fuertón que te inspira esa cara.

Se la veía muy convencida, ese día estaba atractiva. Hizo una mueca de desafío. Se sopló el pelo, sabía que en ese momento la estaban mirando todos sus compañeros y eso la puso un poco tensa. Trató de relajarse, estiró los brazos como para hacer un poco de tiempo, que esto de convertirse en árbol no debía ser changa.

La muy ingenua se rió, estiró los brazos emulando unas ramas, y emitió un musical ta tan dando a entender a todos que ya era un árbol. Causó mucha gracia. Se molestó un poco ante tanta incredulidad y trató de concentrarse. Estaba completamente segura de que lo lograría. Che, Manu se me hace tarde, ¿no te enojás si me voy y mañana te visito y te cuelgo una hamaca?; Tarado.

Los chiquilines se fueron y la muchachita se quedó parada, decidida, con los brazos erguidos, la cabeza colgando hacia atrás y la mirada abierta al cielo. La abrazó la noche.

Cuando Juan llegó a su casa tenía un dolor en el estómago. Tendría que haberse quedado junto a Manuela por cuanto tiempo dure su terquedad, después de todo, de eso se trataba lo que fuera que sea que le pasara con ella. Una especie de incondicionalidad más allá de las palabras, cosas de chicos. No pudo dormir en toda la noche; rememoraba la pesada obstinación de la niña por lograr sus cometidos por absurdos que parezcan, y lloró de bronca. Bronca porque su amiga era tan valiente como para morir de frío por una mentira y él; él era lo suficientemente cobarde como para apartarse de la verdad, aunque sea una tarde. Los débiles carecen de imaginación.

Amaneció muy tarde esa mañana, si se permite tal licencia. Juan, después del desayuno saltó la verja y tomó la bicicleta. Se apresuró hasta la alameda donde habían estado el día anterior. Bordeó el río, pero no encontró a la chica. En su lugar, se erguía imperturbable, un majestuoso naranjo en flor. Un árbol de medias naranjas, historias que nunca podrán completarse. Eso sí, orondo.