domingo, 18 de enero de 2009

Cosas de chicos I



La tierra es al Sol como un grano de arena a ésta naranja. Claro, con la cáscara. Sin la cáscara más que al Sol, la naranja se parece a la tierra sin la capa de ozono. Alguien sabe lo que es la capa de ozono? Levante la mano a quien le gusta comer naranjas. El que me diga qué es la capa de ozono le regalo ésta.

Al final, hubo naranjas para todos, los gurises salieron contentos de su penúltimo día de clases y pateando balasto se fueron todos al lado del río a desobedecer un poco a sus padres antes de la merienda y del rezongo; ambos tan puntuales.
Entre sapitos y rayuelas, Manuela tiró el primer ensayo filosófico de la tarde. Si te comes una semilla de naranja te convertís en árbol; No boba, cómo te vas a convertir en árbol; En serio; ¿A ver?; Bueno. Se manducó la semilla. Los gurises la rodearon mientras ella la masticaba. Puso cara fea, las semillas tienen como un gusto fuertón que te inspira esa cara.

Se la veía muy convencida, ese día estaba atractiva. Hizo una mueca de desafío. Se sopló el pelo, sabía que en ese momento la estaban mirando todos sus compañeros y eso la puso un poco tensa. Trató de relajarse, estiró los brazos como para hacer un poco de tiempo, que esto de convertirse en árbol no debía ser changa.

La muy ingenua se rió, estiró los brazos emulando unas ramas, y emitió un musical ta tan dando a entender a todos que ya era un árbol. Causó mucha gracia. Se molestó un poco ante tanta incredulidad y trató de concentrarse. Estaba completamente segura de que lo lograría. Che, Manu se me hace tarde, ¿no te enojás si me voy y mañana te visito y te cuelgo una hamaca?; Tarado.

Los chiquilines se fueron y la muchachita se quedó parada, decidida, con los brazos erguidos, la cabeza colgando hacia atrás y la mirada abierta al cielo. La abrazó la noche.

Cuando Juan llegó a su casa tenía un dolor en el estómago. Tendría que haberse quedado junto a Manuela por cuanto tiempo dure su terquedad, después de todo, de eso se trataba lo que fuera que sea que le pasara con ella. Una especie de incondicionalidad más allá de las palabras, cosas de chicos. No pudo dormir en toda la noche; rememoraba la pesada obstinación de la niña por lograr sus cometidos por absurdos que parezcan, y lloró de bronca. Bronca porque su amiga era tan valiente como para morir de frío por una mentira y él; él era lo suficientemente cobarde como para apartarse de la verdad, aunque sea una tarde. Los débiles carecen de imaginación.

Amaneció muy tarde esa mañana, si se permite tal licencia. Juan, después del desayuno saltó la verja y tomó la bicicleta. Se apresuró hasta la alameda donde habían estado el día anterior. Bordeó el río, pero no encontró a la chica. En su lugar, se erguía imperturbable, un majestuoso naranjo en flor. Un árbol de medias naranjas, historias que nunca podrán completarse. Eso sí, orondo.

2 comentarios:

Beterraba y Remolacha dijo...

(tu manuela se parece a la de mi imaginación...)

a veces, quisiera hacer "cosas de chicos" toda la vida...si es necesario buscar, trepar, convertirme en, un árbol de medias naranjas...o de medias de naranja (para cuando hace frío y tenemos sed).

"rodríguez" dijo...

Definitivamente, Manuela se parece mucho a tu imaginación