martes, 8 de abril de 2008

Bitácoras I


El trineo seguía camino a velocidad constante y sin embargo la tierra parecía que llegaba a su fin. A pesar de la convicción consecuente del jinete que nos conducía, todo indicaba que en cualquier momento nos chocaríamos contra la pared del mundo. Como si en la edad media hubiesen tenido la razón y la tierra fuera plana y el precipicio nos esperase para pervertirnos con monstruos o con hadas.
Pero no, la última nube dio lugar a cielo despejado, y un poblado perdido, fabulado más que olvidado, se abría paso en el mar con forma de mano. Mano, como si intentase caminar patas arriba, o tuviera que sujetarse fuerte para no caerse del planeta.

Allí, cuando el día permite a la noche, esta no hace cumplidos. Las estrellas arden impunes, y el silencio y la oscuridad, tan extraños al citadino, resultan de una incomodidad tremendamente reconfortante. Todo falta, menos panes y peces.

En una de las excepciones que se abren en el inmenso manto de sombra, cuál si fuera un paréntesis, un par de artistas extranjeros discurren a la deriva con sus recién conocidos cohabitantes de penumbra.

Los jóvenes sujetos tienen ambos delgadas complexiones, y pelos desordenados, uno castaño, rubio el otro. Uno va vestido de violeta y el otro de verde, altas galeras, a rayas. Trajes con cola que les llega hasta el suelo, y las caras pintadas de blanco con una típica nariz roja incrustada en sus rostros. Medias granates, si; claro, son payasos.

Andan por la América bolivariana, y rebuscan en los rostros de quienes pocos motivos tienen, y les conquistan sonrisas que habían olvidado que llevaban puestas y sentaban cómodas. Y es su única conquista, su penúltima batalla.

Ya no votan, jóvenes y pujantes, ya no eligen. Según ellos, la abstención de voto promedio en Colombia es del 70 %. Y nada pasa, los reyes pelean por el sillón sin consultar a los bufones, que irremediablemente continúan su trabajo; aunque no haya nada más sarcástico, nada más caricaturesco, nada mas deforme, que un trono de espaldas al pueblo.

Tampoco toman las armas. En el corso montado de esa eterna bacanal, sus destinos comunes son pueblos devastados por la guerra.

Mientras tanto, aquí en el fin del mundo, la noche exhausta da paso al día, albor que es por siempre será un preludio incierto

No rieron en toda la noche, los payasos recios van planeando un nuevo truco.


Cabo Polonio
abril / 2008

1 comentario:

karen (renglones insomnes) dijo...

Una bitácora llena de imágenes y surrealismo...

"Las estrellas arden impunes, y el silencio y la oscuridad, tan extraños al citadino, resultan de una incomodidad tremendamente reconfortante."

Muy cierto, triste pero cierto...

Saludos...

(publicaré el comentario con esa cuenta vacía de blogger porque con el open id no puedo poner mi nombre)